Martha Arévalo Osorio, una pionera del folclore chiapaneco

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Martha Arévalo Osorio, nacida el 16 de septiembre de 1930 en San Fernando, Chiapas, es una figura emblemática en el mundo del folclore chiapaneco. Su legado perdura no solo a través de la creación de numerosas danzas, sino también por su influencia en la educación artística y su papel como fundadora del Ballet Folklórico de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) en 1975.

Desde su niñez, Martha mostró un interés innato por las artes, lo que la llevó a dejar su hogar a los seis años para estudiar en la Ciudad de México, donde se formó en danza, música y teatro.

Tras la muerte de su madre en 1950, su familia se trasladó a Nuevo Laredo, donde su pasión por la danza se intensificó al dedicarse a la docencia. Este paso le permitió retornar a su tierra natal, donde comenzó a dar clases de danza en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas (ICACH) en 1954 y, posteriormente, en la UNACH.

A lo largo de su vida, Arévalo compuso alrededor de 45 danzas folclóricas y realizó investigaciones sobre 15 más, adaptando las tradiciones populares a la escena.

Inspiración a través de la observación

La creatividad de Martha surgió de su profunda conexión con las tradiciones locales. Sus danzas, como “La Encamisada” y “Parachicos”, fueron inspiradas en la vida cotidiana y las costumbres de la gente del pueblo.

Arévalos se sumergía en las comunidades, escuchando sus historias y observando sus movimientos. Su primera coreografía, “El Pirí”, nació de una escena que presenció en una fiesta popular en Terán, donde un malentendido entre una pareja dio origen a una danza que retrataba la rivalidad entre dos mujeres por la atención de un hombre.

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A lo largo de su carrera, Martha no solo se destacó como coreógrafa, sino que también fue una ávida investigadora. En colaboración con antropólogos, recorrió diversas localidades en busca de danzas tradicionales, aportando un enfoque académico a su trabajo. Esta labor le permitió crear piezas icónicas, como “El Alcaraván”, una danza que refleja su propia esencia y que la identificaba profundamente.

Un legado que trasciende fronteras

También tuvo un impacto significativo en la educación. Como jefa del Departamento de Danza en la UNACH, fundó diversas compañías y se desempeñó como maestra en cursos de verano para chicanos en Trinity University, Texas.

Cabe mencionar que, su talento la llevó a trabajar en la residencia oficial “Los Pinos” bajo la dirección de la Sra. Esther Zuno de Echeverría. Su colaboración con Amalia Hernández, figura icónica de la danza mexicana, se extendió durante 20 años y consolidó aún más su presencia en el ámbito artístico.

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